He llegado al punto en el que los anuncios de nuevos avances tecnológicos ya no me emocionan. Los procesadores fotónicos, esa promesa brillante que supuestamente revolucionaría la computación, ahora solo me generan una mueca de escepticismo. ¿Acaso no aprendimos nada de las promesas incumplidas de los ordenadores cuánticos y la tan cacareada Inteligencia Artificial General (IAG)?
Promesas vacías desde el siglo pasado
Desde finales del siglo XX, nos han bombardeado con titulares deslumbrantes: “El ordenador cuántico de IBM está a la vuelta de la esquina”, “Pronto tendremos dispositivos cuánticos en nuestros hogares”, “La IAG transformará el mundo tal como lo conocemos”. Décadas después, seguimos esperando. Lo único “cuántico” que encuentro en mi día a día es a la vecina del tercero preguntando en la tienda: “¿Cuántico cuesta esto, joven?”.
La realidad detrás de la Inteligencia Artificial General
La realidad es que el progreso tecnológico parece haberse estancado en una espiral de promesas vacías y expectativas infladas. Cualquier experto en matemáticas de nivel universitario puede darse cuenta de que, bajo el paradigma actual, la IAG es poco más que un loro sofisticado repitiendo lo que más le suena. Añadirle etiquetas como “agentes inteligentes” tipo Russell o Wooldridge, o hablar del “Mix of Experts” como una revolución, no cambia esa realidad; son solo intentos de maquillar las limitaciones existentes.
Procesadores fotónicos: otra ilusión más
Y ahora nos presentan los procesadores fotónicos como la próxima gran revolución. Se supone que operarán a la velocidad de la luz, que resolverán problemas complejos en un abrir y cerrar de ojos. Pero, ¿dónde están? ¿Por qué no los vemos integrados en dispositivos comerciales, disponibles en tiendas, con garantías reales de funcionamiento?
El escepticismo como respuesta inevitable
Mi escepticismo no es infundado. Después de años dedicados a desarrollar proyectos tecnológicos, he aprendido que las palabras grandilocuentes no llenan el estómago. Como bien me recuerda mi pareja cuando le hablo de mis últimas hazañas programando en PHP para la página web: “¿Y todo eso cuánto dinero te ha hecho ganar hoy para comer?”. Una pregunta sencilla que corta cualquier ilusión y nos devuelve a la cruda realidad.
Cantos de sirena y espejismos tecnológicos
Es hora de dejar de dejarnos llevar por cantos de sirena. No podemos seguir alimentando expectativas basadas en humo y espejos. Hasta que no vea un procesador fotónico funcionando, disponible para su compra en Amazon y con al menos dos años de garantía, no volveré a creer en estas promesas. La fe ciega en la tecnología nos ha llevado a una desilusión constante. Es momento de exigir resultados tangibles y dejar de conformarnos con anuncios vacíos.
Conclusión: un futuro que siempre se nos escapa
La tecnología debería ser una herramienta que mejore nuestra vida, no una ilusión que nos mantiene eternamente esperando un futuro que nunca llega. He perdido la fe en los procesadores cuánticos y en la IAG, y ahora, a la velocidad de la luz, la pierdo en los procesadores fotónicos. Es hora de que la industria tecnológica se ponga a la altura de sus promesas o que, al menos, tenga la decencia de admitir sus limitaciones.
Joaquín C.